A mi regreso, apenas llegué a mi apartamento, la llamé y al quinto intento me contestó y me mandó a mierda la muy guarra; sin darme opción me tiro a rodar y me dijo que me olvidara de lo nuestro y que me había portado como un verdadero 'hijo de puta' (ante lo cual, no le quito la razón ... y el calzón, dicho sea de paso). La mayoría de colegas tomaría esta ofensa como una verdera desgracia y desperdicio de mamadas, o estarían rogando como bebés de cuna; yo opté por seguirla de larga y hacerme el cojonudo enroscándome la polla entre las bolas, pues hay que ser cabeza dura (de pene) para no suplicar y pensar que 'ya se le pasara' a la reynita.
Y así transcurrieron mis jodidos días follándome la mano, hasta que en otro retorno de Valencia, de manera inesperada me llama la muy puta y me invita a su apartamento, como si nada hubiese pasado; y yo ni huevón ni perezoso me hago el cojudo y le sigo la cuerda. Finalmente me esperaba una nueva noche de polvorín de dioses, con 'la otra cara de la moneda' incluída, ¿como regalo a mi supuesta indiferencia?
Artemisa se mudará pronto (sólo el Diablo sabe a dónde), pero no se me quita de la cabeza, que tal vez sea posible un festín con ambas delicias; con ella y la prima Blanquita ... juntas por supuesto.
Moraleja: Chaval, no te enfrentes a lo desconocido; espera el momento con calma y en silencio, que la recompensa vendrá con creces, con el anverso y reverso ... de la misma moneda.